Nadie sospechaba unos días antes que las figuras del belén se iban a encerrar como protesta en el portal de Belén... --belén del autor del blog-- |
De muy pequeñito me extasiaba durante las horas de aquellas solitarias navidades, escudriñando los pormenores del artificial paisaje del "belén" que en su desmesurada dimensión ocupaba casi una habitación del orfanato y en cuyo empeño las monjas empleaban casi una semana.
Con el paso del tiempo pasé de fervoroso espectador a ilusionado actor y en aquella obsesión de que llegara el "momento" estaba expectante durante todo el año para convertirme, entonces, en su creador: todo un privilegio..., una desbordada alegría que duraba poco..., con cierta melancolía vivía después los días de su desmontaje y la vuelta a la cotidianidad del orfanato...:¿Porqué no dejarlo montado todo el tiempo como exponente de la alegría de aquellos días distintos?
De mayor pude cumplir aquel deseo y mantuve el belén que había lucido --ante las asombradas caras de mis hijos-- en casa las fiestas de navidad de no recuerdo bien que año --hace bastante tiempo-- sin retirarlo durante los tres inviernos siguientes... al cabo de los cuales y sin padecer de aquella melancolía de entonces, lo desmonté guardando de forma delicada --envueltas en profuso papel de periódico, y en cajas de madera que coloqué cuidadosamente en estantes del garaje-- sus figuras.
Hace un año las desembalé con mucha ilusión: quería que ahora fueran mis nietos los que se asombraran con esa tradición cristiana... y volví a las andadas: lo dejé luciendo no sólo la Navidad del pasado año sino los trescientos sesenta y cinco días siguientes... y ahora en esta Navidad, al ir a remozar el artificial paisaje y a recolocar las figuras...: ¿¡Qué cuernos pasa aquí!?
Todo comenzó cuando me pareció que el pastor con la oveja al hombro, al que intentaba enderezar su oblicua postura, me espetaba: ¡Ya era hora!, ¡más te vale!, llevo así inclinado y con la oveja a cuestas ¡un año!, ¿te parece bien? Recoloqué recto al anciano pastor de barba blanca sin darle más importancia a aquellos murmullos figurados que creía oír --serán suposiciones mías--, y cuando limpiaba de arena la lámina de plástico transparente que figuraba el agua de la laguna para que esta brillara cristalina, ya no fueron figuraciones; ahora estupefacto oía claramente la ceñuda conversación entre la lavandera que se dirigía, con esa confianza que da el estar juntos tanto tiempo, de manera displicente al pescador: ¡Vaya mierda de pez!; y para eso, todo un año...: Pues anda que tú que llevas con la misma ropa, dale que te pego todo este tiempo... Hasta ahí normal, era la típica discusión de dos que ya se conocen todos sus entresijos por verse obligados a tratarse a diario, pero lo que no me gustó fue la siguiente aseveración de la boca del mismo pescador, que no soltaba el pequeño pez ni a tiros: La culpa la tiene éste...: ¿Quién?...: Quién va a ser; éste que ahora está limpiando el agua Me quedé de piedra pues se refería a mí; claro que las figuras de barro no hablan, ni piensan, ni...; así que no debía preocuparme. Pero la cosa no quedó ahí; se complicó con la siguiente afirmación que oí, ahora de la lavandera: Si se cree éste que nos va a tener así toda la vida; vá aviáo... Entonces comprendí que efectivamente allí estaba pasando algo raro y extraño; no sé porqué notaba percibir cierta queja colectiva de todos aquellos personajes. Inaudito; ¿o es que no sabían que podía disponer de ellos a mi antojo desde el mismo instante que los compré? Pensando que así pudiera ser y que con el tiempo fueran conscientes de haber adquirido ya algunos derechos, quise pensar que tal actitud de desapego a su dueño, era sólo la de unos pocos.
Pero cual fue mi sorpresa cuando centré mi atención para recomponer la escena --de hacía un año-- de la anunciación por el ángel de la buena nueva a los pastores: ¿Dónde diablos está el dichoso ángel?..., debería estar aquí en lo alto del árbol..., ¡ah! acabáramos... El ángel que ya no brillaba --se le había acabado la pila-- bajándose por su cuenta y riesgo, estaba ahora en relajada conversación de colega con los pastores, y no se crean ustedes que les hablaba de lo divino; al contrario, haciendo dejacción de sus obligaciones, de lo mundano: Ustedes necesitan agruparse en un sindicato de pastores, a fin de reivindicar sus derechos contra los abusos del que os tiene aquí postrados, mirando absortos hacia la copa del árbol ¡un año entero!..., sin días de descanso, ni vacaciones...; ¡tenéis que rebeláos!... Lo que me faltaba --pensé-- un sindicalista, y para más inri: el propio ángel; a éste seguro que lo mandaron aquí abajo porque, cierto, no lo querían allí arriba...: Esto no tiene buena pinta..., esta Navidad me temo que no voy a ser capaz de montar el belén..., esto es una rebelión en toda regla.
Temeroso y casi de reojo miré hacía el Portal, expectante en que se respetaría el "misterio", deseando que por lo menos allí no visionara nada anormal...; y así era, comprobando aliviado que no había novedad: San José de pié con la larga vara en la mano protegía al Niño Jesús, al que miraba amorosamente la Virgen María..., iluminados todos en la resplandeciente luz --favorecida por la pila alcalina-- del ángel del portal, al lado del buey y la mula que seguían dando calor al infante. No se oía ninguna conversación...:¡¡Uuuuufffff!! Bueno lo voy a dejar por hoy; ya mañana desde la normalidad del portal intentaré poner orden a todo esto; faltan pocos días y los familiares que vienen de fuera están ilusionados por ver otra vez el belén. Me voy a dormir.
A la mañana siguiente: mi gozo en un pozo. La situación de moderación en el portal del día anterior había mutado en la contraria; ahora aparecía colmatado: estaban todos los personajes reunidos en asamblea reivindicativa, a los que no bastando tan evidente muestra de disconformidad la publicitaban, ahora, desde lo alto del portal: a la cubierta de éste habían subido un pastor y el paje del rey Melchor, sujetando en alto una pancarta en donde se leía: "DEL PORTAL DE BELÉN, ¡NO NOS MOVERÁN!" Lo que me temía: la protesta se había deslocalizado, añadiéndose ahora a los nativos del lugar, los advenedizos de Oriente. Dentro del portal con gran alboroto de voces se debatían las propuestas, dirigidas por el pastor de las blancas barbas; algunas hay que reconocer, extrañas: ¡Eh!, vosotros los caganers, ¡afuera a cagar!, ya está bien del pestazo que estáis metiendo aquí...: ¡Ah!, nosotros no tenemos la culpa de estar cagando un año entero...: Bueno pues exigid que os hagan unos retretes fuera... Ante aquel alboroto del que se había solidarizado el niño pequeño aunque no participaba ya que, al parecer, sus reivindicaciones trascendían este mundo, miré pidiendo auxilio a San José, el que me miró encogiéndose de hombros, y después a la Virgen María que sí pedía un poco de calma..., sin saber que hacer. Para colmo en los aledaños del portal los reyes magos, comandados por Baltasar, habían organizado un top-manta con sus propios regalos --los que generosamente había cedido el Niño Jesús-- a fin de obtener recursos para volver a sus lejanos países, aprovechando aquellas fechas en las que brillaría de nuevo en el cielo la estrella que les podría guiar de vuelta a sus casas; los que no eran ajenos a las mismas críticas de los otros hacia el tirano artista, sobre todo Gaspar: ¡Cuidado con éste! --se refería a mi-- que es capaz de dejarnos otra vez un año entero aquí sin estrella polar. ¡A éste ni carbón!
... y no bastándoles con eso habían desplegado una pancarta reivindicativa en lo más alto del portal... --belén del autor del blog-- |
¡Ah, claro!, es que en el belén no tengo romanos. Éstos se van a enterar. Rápidamente voy a poner orden aquí con una compañía de la guardia pretoriana de Herodes; y dispuesto a acabar con aquel motín me fui a la plaza mayor de mi ciudad, donde por estas fechas, como todos los años, ya se había llenado de tenderetes con un montón de figuritas del belén de distintos tamaños, a cual más curiosa. Recorrí todas las casetas, asomando la cabeza sobre los expositores donde desafiantes --embutidos en sus cascos, corazas y escudos-- brillaban de oro los soldados romanos, esgrimiendo aceradas espadas o largas lanzas en las manos. Los primeros que encontré eran demasiados pequeños..., otros no estaban lo suficientemente pertrechados..., hasta que di con lo que buscaba: eran ideales para aquella misión: altos, fuertes, perfectamente uniformados y equipados, con caras de pocos amigos...¡perfectos!, sí pero... observando aquella perfección en la cantidad de detalles de toda la parafernalia guerrera amenazante... reflexioné... y desistí de aquella idea: no era para menos: cada romano ¡¡¡costaba un huevo!!! y haciendo cuentas necesitaría, por lo menos, una decena de ellos... alojamiento, mantenimiento... ¡vamos!: una fortuna... además en los tiempos que corren éstas coercitivas actitudes ya no son buenos procedimientos...; no tendré más remedio que negociar..., seguramente con el pastor de la barba, el del borrego a los hombros: en el encierro del portal me dio la impresión que era, aparte del más follonero, el que llevaba la voz cantante y el que coreaba con más fuerza la consigna: Del portal de Belén, ¡no nos moverán!, del portal de Belén, ¡no nos moverán!, porque el portal ahora es el refugio, ¡¡no nos moverán!!...
Sabía que las negociaciones serían difíciles pues el pastor viejo, aparte de testarudo y exigente, sufría aún en sus riñones de las complicaciones de haber estado inclinado con el peso del borrego tanto tiempo, y no me lo iba a poner nada fácil... además estaba ya cansado de portar durante todo su vida --ahora próximo a la jubilación-- el mismo animal a los hombros y tener que convivir siempre con aquel olor a bicho del que no había logrado desprenderse nunca...; después estaba la mujer de la leña a un hombro que se quejaba de dislocaciones en éste por desajuste de los huesos en la articulación, producto de tantos días llevando la leña en el mismo sitio... y aunque se le notaba buena mujer, tenía su puntito borde de indignación en la exigencia de su queja...; tampoco me iba a allanar el camino de un justo acuerdo que satisficiera a las dos partes el pastor de la gallina en la mano, la que tenía agujereada de la cantidad de picotazos que la dilatación en el tiempo había facilitado a la oportunidad de la gallina de revolverse contra él, sin que el pastor pudiera desprenderse de ella... al igual que de las pródigas cagadas de ave, ya secas algunas, que enseñoreaban de manchas grises sus ropas, oliendo a gallinácea...; y no digamos del sentimiento de asesino que había adquirido el pastor de la matanza, acuchillando durante un año al animal, y viendo, durante este tiempo, brotar continuamente sangre de su cuello... exigiría, como poco, indemnización por daños psicológicos...; todo esto sin pararme demasiado en la crueldad a que había sometido a los cuerpos de los caganers: ¿alguien puede hacerse idea del sufrimiento de un vientre evacuando sin parar todo ese tiempo?... ¡impensáble!... más indemnizaciones, ¡aparte de los retretes!
Al menos habían unos que apenas se quejaban, a pesar de las arengas sindicalistas del ángel, al estar todo el tiempo recostados en la tierra... aunque aquellos pastores exigirían que se les repusiera el rebaño de ovejas pues las que guardaban habían acabado en la olla al ir quedándose sin comida, a la que, por si fueran pocas bocas, ahora se había agregado, con más jeta que alas, la del dichoso ángel...; ¿y con éste que hago?: ¿mandarlo de vuelta a los cielos, donde no lo quieren por conflictivo; o darle otra oportunidad comprándole una pila alcalina?...; y el pescador que querrá nueva caña, pero no una cualquiera: el último diseño que se vendía en Galilea...; y la lavandera que exigirá que le construya un lavadero protegido, ¡¡y público!!...; y los reyes magos magos con sus exigencias regias...; hasta la mula y el buey denunciarán su obligada y forzada asistencia al portal en el falseamiento de la historia --lo habían escuchado del ángel de la pila alcalina-- y ahora exigirán vacaciones indefinidas... En fin una compleja y dilatada negociación si quiero que la familia y amigos disfruten de la magia del belén en estas fechas de ilusión. Bueno aunque sea por ellos me avendré a tantas exigencias, reconociéndoles algunos derechos... pero que no se me suban a las barbas... porque sino doy por finalizadas las conversaciones y les corro las cortinas dejándolos a oscuras. Espero que la sagrada familia me ayude.
Estas reivindicaciones, más o menos matizadas, que formaban el núcleo de la letra grande del contrato fueron aceptadas rápidamente por ambas partes; ahora quedaban las otras, las de la letra pequeña, las culpables de todo aquel follón y las de más difícil negociación: Jornada laboral completa sólo los días de las fiestas de Navidad, desde el veinticuatro de diciembre al seis de enero siguiente...: Bueno, desde el veintidós de diciembre al ocho de enero...: No, lo dicho...: ¡Vale!...: Nos embalarás con nuevos papeles de periódico, el que empleas es muy antiguo y desgastado por lo que no podemos descansar bien...: ¿Antiguo?, pues no es tan antiguo...: ¡Hombre no!, el de la matanza dice que siempre está viendo la cara de Jordi Hurtado, al parecer la noticia es de cuando inauguró su programa en televisión...: Bueno, si eso es así, ¡vale!, realmente es muy antiguo, lo comprendo perfectamente...: A los caganers los colocarás en habitáculos aparte y en estante del garaje también diferente...: ¡Vale!...: Por último queremos por lo menos cinco años sabáticos para reponernos de tantas calamidades...: ¡Ah!, no, no, tres...: ¡¡¡Seis!!!...: Bueno ¡vale!, seis...¡y se acabó!, vosotros a cambio volveréis a vuestros sitios, calladitos, y sin moverse...¡¡¡¡ni un milímetro!!!!...: ¡Vale!, palabra de pastor viejo...: La mía de caballero.
Ahora al remozarlo: nuevo musgo, regeneración de arena y de paja, más palmeras en la zona del agua...reposición de ovejas... enderezamiento de figuras, el "nacimiento" ha adquirido el brillo de hace un año. Todo está en orden, y en la seguridad que no habrá nada anormal, deseo que sea un auténtico placer su contemplación para las personas queridas que esperan expectantes la invitación; quedan pocos días... aunque como siempre está ese amigo pesado que quiere verlo antes que los demás y que, pasando por casa y por encima del autor, te quiere mover los personajes...: Hay que ver lo bien que te ha quedado... todos los caminos hacia el portal... como tiene que ser:¡todos al portal!...: Sí, sí, van todos al portal, pero ahora cada uno tiene que estar en su sitio...: Sí, pero conforme transcurran los días de navidad, los puedes ir acercando a ver al Niño...: Bueno, al Niño ya lo ven desde lejos...: ¡Cómo va a ser igual desde lejos!, no pasa nada si los mueves un poco, mira...: ¡Ni se te acurra!...: ¡Anda!, ¿porqué?...: ¡Porque es muy peligroso!... ¡con lo que me ha costado!...: No entiendo, cualquiera diría que iba a romper las figuras...: No es eso, es algo peor...: ¡En fín!, no lo entiendo...: ¡Yo tampoco!...
En la inminente visita de mis seres queridos, compruebo aliviado --esta mañana al levantarme-- la bonhomía que traslucen en sus caras todos los personajes del belén... seguro que no me van a defraudar...; eso sí: ¡¡cada uno en su sitio!!
Os dejo, ¡ha sonado el timbre de la puerta!
FranciscoMolinaGómez
(En esta Navidad´2014/15: gozosos días a todos; ¡ah! y si alguno tiene problemas con las figuras del belén, haced lo que yo: ¡¡Acordad!!..., es lo mejor)
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