miércoles, 1 de enero de 2014

CONFESIONES AUSENTES I














Reflexionaba lo escrito en la carta a modo de conversación, y me pareció fragmentaria, inconclusa; creía haberlo dicho todo y sin embargo... no sé...; le daba vueltas y vueltas a las confidencias y no acababan de convencerme: las concebía algo vacías... hasta que vi en su fondo no escrito el poso de la confesión ausente... la afloré y entonces sí: desnudé el alma.
Hoy, cuando comienza un nuevo año --dos mil catorce--, después de toda una vida de ausencias y de silencios, deseo fervorosamente confesarme con ellos... con mis padres. ¡Qué buena ocasión!

A mis padres..., donde estén.
(... de fondo se oye música que me hace levitar, que me hace llegar hasta ellos: "Melodía Desencadenada", encadenándose una y otra vez sin final...)











Amados padres:

No sé como comenzar esta primera conversación... pues... os confieso mi absoluta torpeza para romper el denso vacío que la ausencia y el silencio han ido laboriosamente tejiendo --segundo a segundo, minuto a minuto, hora a hora, día a día, año tras año (y ya van... ni me acuerdo)-- como espesa neblina entre nosotros hasta convertirnos, sin que lo deseáramos, en "desconocidos". Y es que hay frases que teniendo una razón biológica, en algunos casos son hirientes: "El tiempo todo lo cura". Todo es cuestión de tiempo, al parecer. ¿Hay acaso otro remedio para las heridas del alma?

Os confieso también mi absoluta nulidad de entender porqué el olvido, dicen, es cuestión de alejamiento del recuerdo. Y en su imposibilidad; ya que el sentimiento que anida en el recuerdo ha ido conmigo de por vida, no alejándose jamás de mi lado, me he atormentado todos estos años por la ausencia de parte de mí. Tal vez debiera de existir un mecanismo que cercenara de raíz los recuerdos, las caras, las sonrisas, las manos, las caricias..., y así transitar el resto de los días sin sufrimientos, sin recuerdos... pero esto sería aún más cruel.

Afortunadamente, ni el tiempo, ni la ausencia, ni el silencio, ni el vacío, ni la neblina espesa que impide vernos ha roto el vínculo que nos une, pues no existe fuerza cósmica que pueda hacerlo; no existe ímpetu tan poderoso que pueda desligarnos; vais siempre en mi corazón y ya se sabe: "Sólo mata el olvido".

Ahora ya no tengo excusa para el silencio ya que la distancia mental que nos une tiene el mismo recorrido en las dos direcciones, aunque yo, en los empeños de las tareas de la vida, me haya despistado muy a menudo perdido en esa longitud de onda. Eso no quiere decir que el cariño haya sido menos. Probablemente tenga que calificar con una mala nota a mi mano derecha, a mi pluma, a mi memoria por no haber escrito antes esta primera carta. También, seguramente, hayan obtenido baja calificación los labios que no han lanzado besos allí donde estáis.

Os puedo confesar mi absoluta desolación de crío por la obligada separación, como la del cachorro al que apartan de la madre, y en mi rabia y desesperación os imaginé siempre como eternos peregrinos en un largo viaje a algún lugar desconocido, al que partisteis a temprana edad y ligeros de equipaje desde la trastienda de vuestra vida, por la puerta de atrás del pobre: la de la eterna resignación, sin ruidos, sin aspavientos, sin propiedades, con el inmenso dolor, supuse, de los últimos segundos de consciencia porque os forzaran a abandonar el único tesoro que poseíais: vuestros tres hijos... intenté imaginar el momento en el que el alma se rompe pero no he logrado adivinarlo nunca, pese a la inmensa tarea que me impuse de escarbar en infinidad de libros. Sólo lo pude comparar con ese mismo intenso dolor de cuando perdisteis una hija, que sólo pudisteis aliviar con mi nacimiento; y es que el goce de ser padres conlleva inherente ese doble sufrimiento para el que el diccionario no tiene entrada; no hay palabras que lo pueda definir, sólo un espacio en blanco: existe pero no hay concepto que lo englobe; sólo se percibe, por desgracia.

Pero os tengo que decir que ese mismo o parecido dolor que he ido sintiendo conforme iba creciendo es recíproco. Es un dolor que por mi corta edad cuando os ausentasteis estaba larvado, solapado, pendiente de aflorar en cualquier momento, en cuanto tuve uso de la razón del corazón; instante de vivencia en el orfanato que os puedo relatar porque lo he escrito no hace mucho tiempo:...importunándome la vigilia del sueño descubrí un alba que se abría tenue, de nubes grises después de una noche de tormenta con lluvia. Miré por encima de la cama hacia el balcón, enfrente, a través de los cristales tintados de oscuros nimbos allá en lo alto del vasto espacio, y descubrí con estupor una inquietante oquedad, un inmenso agujero negro a la vez que, acordándome de vosotros sentí como un puñal que se me clavara, y por primera vez, el dolor de vuestra ausencia en forma de fría y húmeda concavidad que se acercaba, que penetraba en la habitación sin advertirlo apenas, como penetra lo invisible; un punzante frío que se colaba entre los resquicios de la madera del balcón y que se expandía ocupando todo el dormitorio; invadiendo cada rincón; cada molécula del aire al que desplazaba; cercando mi cama en su proximidad esperando su oportunidad con alevosa intención, como la del traidor que se esconde en una esquina, urgiendo sorprenderme, atacarme a traición en aquellas horas bajas; las horas del duermevela en las que se atenúan los sentidos y se baja la guardia exponiéndolos a los peligros; apoderándose entonces de mi una gélida congoja penetrando por todos los poros de mi piel. Cuando finalmente me alcanzó de pleno aquel vacío comrpobé en propias carnes la densidad de la nada. Percibí con amargura que el vacío estaba lleno. Entonces sentí por primera vez, queridos padres, el vértigo de vuestra ausencia y lloré en silencio amargamente...

Con sorpresa he comprobado en ocasiones que algunas personas se van por estar en el lugar y en el momento que no les corresponde; vosotros lo hicisteis por vivir, seguramente, en el tiempo equivocado --¡otra vez el tiempo!-- y eso me ha indignado siempre... ¿porqué a vosotros?... ¿porqué a nosotros?... no hay razón lógica para entenderlo... quizás destino... quizás azar de una prolongada y mísera posguerra de la que sólo fuisteis sufridores con penosas enfermedades que acabaron con vuestras vidas, y, por reciprocidad, con parte de las nuestras, y que zanjó brutalmente vuestras existencias que fundaban su maravilloso sentido en la supervivencia de nosotros tres --vuestros queridísimos hijos-- quitándoos vosotros el pan y los fármacos para que hoy yo os pueda hablar de la fascinante experiencia de la vida más allá de los treinta-y-muchos y los cuarenta-y-pocos años.

Os confieso eternamente agradecido por empeñaros en que superando las adversidades pudiéramos los tres pasar al "otro lado" justo a tiempo de la penicilina; lado al que vosotros con las fuerzas mermadas no pudisteis saltar: una perniciosa deshidratación sin medicinas ni médicos, servidumbre de la pobreza de aquella época, dobló tu entereza de madre; temprana y triste ausencia que contribuyó a minar la otra entereza, la de padre, que remató una asesino ataque cerebral fulminante, que no dejó siquiera opción a la despedida, sin ni siquiera la gracia del reo de expresar la última voluntad: despedirte, aunque fuera sólo con el pensamiento, de lo que más querías... de lo único que tenías, de la mayor riqueza que poseías y que generosamente, como buen padre y para bien nuestro compartías con otros: a ninguno de los tres nos dejaste desamparado.

No he sabido, lo confieso amargamente, hablar de vosotros a mis hijos Elena, Miriam y Borja --vuestro tres maravillosos nietos-- ni a mi mujer Teresa, quizás porque los recuerdos son pocos y muy lejanos, pero eso no es excusa ya que se puede hablar simplemente desde el corazón, sin necesidad de que concurran las escasas y difuminadas vivencias. Perdonad, pues la soledad del alma de todos estos años me ha hecho ser muy torpe en estas lides, pero dicen que: "Una imagen vale más que mil palabras" y en este caso así lo creo pues el amor y la bondad que traspiráis desde el único retrato vuestro que poseo ha sido mi empeño, desde el primer día, de que presidiendo un lugar preferente en el salón de casa --vuestra casa-- lo percibieran mis seres queridos; vuestros seres queridos.

Esto sólo acaba de comenzar. No debe preocuparos la espesa neblina que intenta confundirnos. Únicamente no son visibles los olvidados, y vosotros estáis vivos en nosotros. Gracias por tanto sacrificio.




Cuando se te rompió el alma, madre, las nuestras se resintieron agrietándose... después el dolor de las fisuras afloraron en silencio pues las palabras no eran necesarias: las miradas hablaban por nosotros. Ese penoso momento quedó reflejado en el papel --De mayor a menor los tres hermanos: Antonio, Carmencita y yo en los jardines del paseo del Salón en Granada hacia 1955


Vuestro hijo FranciscoMolinaGómez
(A todos los padres e hijos del mundo --estéis donde estéis--: Os deseo un venturoso año dos mil catorce)

4 comentarios:

  1. Hola papi. Quiero primeramente aplaudirte aplaudirte y no dejar de aplaudirte porque se lo importante y lo dificil que ha sido para ti escribirla y porque creo que haciéndolo has conseguido abrirte y expresar todo aquello que tenías encerrado en ti y que tanto daño te ha hecho durante todos estos años. Yo siempre he dicho que mi padre es el mejor del mundo, y no porque sea lo típico que se suele decir de un padre, sino porque lo eres, con tu forma de ser, tus valores, el amor que nos das...
    Me has hecho llorar y mucho (debo reconocerlo) incluso escribiendo el comentario lo hago, pero es de tristeza y felicidad a la vez. Tristeza por todo lo que te ha tocado vivir y sufrir, y alegria por la fuerza que siempre has demostrado tener y hasta donde has conseguido llegar y la suerte que he tenido de tenerte como padre. No cambies nunca y sigue abriendo ese hermetismo porque los demás estamos contigo y queremos saber todo lo que tú nos quieras contar que espero sea mucho.Espero haberme expresado bien.
    Yo también TE QUIERO HASTA EL INFINITO Y MÁS ALLÁ

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    1. ¡Hola de nuevo mi niña!: Te has expresado mejor que un libro abierto. Aunque no puedo negar que esta entrada ha sido difícil, no por ello menos deseada. Necesitaba imperiosamente confesarme, a sabiendas de que la lectura de los sentimientos guardados muy adentro se manifestarían hacia afuera con la efusiva emoción húmeda de las lágrimas. Ello engrandece el alma. Como madre, creo, ahora me entiende mejor.
      Los capítulos de las confesiones están abiertos. Deseo que hayan más.
      Sólo decirte: Gracias... gracias... gracias...

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  2. Un placer leer estas palabras llenas de ternura y admiración...
    Difícil siempre escribir, encontrar la palabra justa que exprese lo que uno siente o piensa, se hace aún más complicado cuando la distancia entre el corazón y el papel se hace tan pequeña, cuando se habla de uno mismo, a flor de piel... (sentimientos, vivencias, recuerdos...)
    De nuevo, enhorabuena! Seguiremos tus huellas...
    Un fuerte abrazo desde Calafell!
    Silvia Garrido

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    1. ¡Hola Silvia! Gracias por ese generoso comentario tan afinado en mi intención: ternura y admiración... maravillosas palabras que resumen la confesión.
      Es verdad que a menudo no van en sintonía el pensamiento con la pluma que lo escribe... pero aún así siempre se percibe su fondo cuando la confesión se hace a corazón abierto, aunque no hayamos sabido expresarnos del todo... en estos casos prima la lectura de la mente más que la de la mano.
      Daros las gracias a tí y a tu familia --padres y hermana-- por vuestra acogida en esa extensa familia de Calafell.
      Es un placer que me sigas en el blog.
      Os queremos.

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