sábado, 1 de febrero de 2014

LA CONJURA DE LOS POBRES












Allí donde surge algún rico, se conjuran varios pobres para derribarlo:

Invaden sin ningún pudor sus áreas de negocios.

Se apoderan impunemente de sus huecos que los cubren con sus inmundicias, sus basuras, sus mugres, sus porquerías... sus cartones... sus famélicos animales afeando con sus sucios hocicos los ventanales de pulidas lunas de cristal de sucursales donde el creador de riqueza amasa relucientes tesoros.

Se recuestan de manera impúdica sobre sus escalones de piedra natural de granito, manchándolas con sus orines y excreciones y las de sus apestosos animales de compañía.

Y por si todo esto fuera poco, además les hacen, sin ningún recato ni decoro, competencia desleal en la captación del dinero de los que pasan por su puerta; sin gastos de publicidad; sin financiar locales, personal, consejos asesores, interventores, comisiones de favores...; injusta situación que padece el probo filántropo de préstamos a desheredados diariamente, sin que la turba maloliente siquiera se inmute.

Pero esto no iba a quedar así..., menudo era don Saqueo de Botines i Botines.











Nicasio, el pobre del hueco catorce, tuvo la mala fortuna de ocupar sin que nadie se lo advirtiera el único vano libre de la calle a fin de pasar la noche a cubierto. Vano que ninguno de su ralea quería a sabiendas de como se las gastaba don Saqueo de Botines i Botines, el dueño de todo el edificio; próspero hombre de negocios y destacado banquero muy valorado por los de su clase, esa casta que dedica todo su tiempo a confiscar no sólo las haciendas de los demás, sino incluso sus vidas --de qué sino los "honestos" trabajadores de los patrimonios ajenos, después de una dilatada vida profesional, pudieran retirarse con una jubilación multimillonaria como corresponde a su estatus social--...; y es que hay que entenderlo: el palacete en la zona más lujosa de la ciudad; la villa de tropecientas hectáreas en las afueras, con coto privado de caza; el yate de un montón de metros de eslora esperando sus ociosos días de verano en el atraque más caro del club marítimo; el pago de una legión de jurídicos para poder poner a salvo la mayor parte de su abultado patrimonio, a resguardo de la hacienda pública... todo esto...:¡¡¡Hóóóómbre, cuesta una fortuna!!!por lo que su frase más obsesiva: "¡No hay que renunciar ni a un solo céntimo de euro!" era su lema, su norte que le guiaba por el intrincado y sufrido mundo de los negocios.

Con esta idea de apropiarse de todo lo que cupiera en la cartera de cualquier persona --sin distinción de liquidez de bolsillo-- que se le cruzara no tardó mucho en montar en cólera en cuanto recibió directamente, en su oficina central, el teletipo con la noticia: un pobre había osado aposentarse durante toda la noche pasada en el hueco de los bajos de su edificio, el de la calle más céntrica y de más renombre de la ciudad, en donde, a modo de cama, había dispuesto una gran caja de cartón que impedía la visión de su oficina bancaria, la que era el orgullo de la profesión respecto de las otras sucursales crediticias (la competencia en la misma calle); habiendo sido retenido el pobre por la mañana contra su voluntad de marcharse para encontrar otro refugio urbano como futuro alojamiento. Era de todo punto intolerable: "¡¡¡Marciáááál!!!, llamaba a gritos a su subdirector general adjunto de relaciones públicas. Grito que se oyó hasta en las Antípodas. Y Marcial que desde hora muy temprana de la mañana ya esperaba marcialmente tras la puerta la tanda de gritos e improperios con los que don Saqueo le obsequiaba cada día, entró precipitadamente sin desprenderse de su infecto servilismo, inclinando medio cuerpo hasta ver con detalle el grosor de las juntas de la madera del suelo: "Buenos días tenga señor director... Qué desea señor director...", se ofrecía quedando doblado por la mitad: "¡¡Habéis dejado que un pobre invada gratuitamente mi propiedad!!... ¡¡ineptos!!... ¡¡ahora no me querrá pagar!!... pues quiera o no tendré que cobrarle el alquiler de esta noche... marcha para allá, llévate a un escribano y soluciona el problema, sino rodará tu cabeza...¡¡¡Quiero mi dinero!!!"

Mientras Marcial marchaba urgentemente al lugar de los hechos, don Saqueo llamó por teléfono inmediatamente a su amigo el director del diario local más refutado antes de que los ejemplares del día fueran impresos con el resultado de la publicación del siguiente titular en sitio preferente del periódico: Ciudadano de bien es agredido en su derecho a la propiedad por un pobre. Titular que fue degenerando en otros diarios menores hasta: Un pobre se introduce con violencia en la vivienda de un ciudadano de bien, amordaza a éste y a su esposa y después de desvalijar la casa huye con el hijo de ambos como rehén pidiendo un rescate millonario. La noticia la dieron a primeras horas del día todos los telediarios de las cadenas de televisión, incluso en algunas ya se habían organizado debates entre contertulios conocidos --siempre invitaban a los mismos-- sobre la indefensión del ciudadano común frente a esta plaga de impresentables, de tal suerte que cuando Marcial llegó hasta el hueco donde aún tenían retenido al pobre había ya un corrillo de gente que había acudido al revuelo de las cámaras que grababan a un reportero, micrófono en mano dirigiéndose al pobre: "¿Es verdad que tiene escondido en una caja de cartón y en un lugar que no quiere revelar, al hijo de don Saqueo de Botines?... ¿Cuánto dinero ha pedido de rescate?... ¿Tiene que ver este secuestro con alguna reivindicación política de la plataforma: Pobres al poder?"... Nicasio, perplejo, sin entender nada, seguía sentado en el escalón de granito del hueco, retenido contra su voluntad, con la mirada perdida y azorado por aquella expectación, prodigando generosas caricias a su perrita Canija que le miraba fijamente a sus ojos agradecida.

Rápidamente Marcial tomó el mando de la situación, midiendo el vano con un aparato de medición por rayo láser; última novedad en el mercado que daba la medida exacta del volumen hasta en milímetros cúbicos, mientras el escribano --además letrado-- iba redactando el documento que daría respaldo legal a aquel acto: Largo por ancho y por alto es igual a tanto, aplicando la tarifa de zona de oro --la más cara de la ciudad-- y teniendo en cuenta los daños producidos a los componentes materiales del hueco, limpieza de la suciedad, y los perjuicios por ocultamiento mediante elementos opacos de la oficina bancaria a primeras horas de la mañana, la de más afluencia de público; todo ello arroja un saldo a favor del banco de tropecientos mil euros que se les reclaman a don Nicasio Sin Herencia, al que se le incautará su recaudación de pobre el tiempo necesario para satisfacer la deuda; tiempo durante el cual el referido pierde su condición de libre, a disposición de la entidad financiera, la que se reserva, incluso, sus derechos de imagen. Idea ésta última que no se le pasó inadvertida a Marcial de la Venia Reverencias, a la vista de la expectación que en los medios de comunicación había despertado aquel insólito caso. Entrevistas en los medios televisivos que no tardaron en producirse, habida cuenta de los favores que muchos de sus dirigentes le debían al afamado banquero... hasta aquella última.

Nicasio no entendía porqué el grupo de personas que se presentaron como asesores de imagen del banco le tuvieron retenido en uno de los despachos de la entidad tres días sin comer --el perfil de hambre que dibujaba su cara era muy sugerente en la pantalla--, ni tampoco entendía porqué le arrebataban sus andrajosas ropas, obligándole a vestir otras aún más harapientas --tan importante como su famélica cara era la compasión que sus pobres ropajes causarían en la impresión de los telespectadores, cara a exigir más caché en sus emolumentos de invitado que se apropiaría el banco--, previo a su aparición en el programa: ¿Hasta cuándo aguantaremos?, cabecera en pregunta del espacio televisivo que era un alegato a la indefensión del ciudadano común; de la gente de orden frente a la delincuencia de bajos fondos, y que aludía a la que produce los "voluntarios" marginados económicos... pero contra todo pronóstico aquel presentador, trastocando el guión escrito de antemano, valiente, jugándose su puesto de trabajo o, mas bien, promoviéndose por su cuenta, empezó a incomodar con sus preguntas al representante legal de Nicasio --uno de los jefes de negocios de don Saqueo-- que siempre le acompañaba a los platós a fin de negociar e incautarse de la recaudación y de paso de los lotes de comida entregados en el estudio de grabación por los apiadados televidentes; todo en pago a la copiosa deuda contraída: "Se considera usted una víctima del poder real del capital..., vamos de la banca..., bueno más concretamente de don Saqueo de Botines...". El público prorrumpió en aplausos que irritaron visiblemente al acompañante de Nicasio: "Mi representado no está autorizado a contestar esa pregunta; lo tiene firmado aquí" (en ese momento el joven ejecutivo, impecablemente vestido con traje azul marino, camisa celeste y corbata del mismo color en donde brillaba prendido un alfiler de oro con el emblema del banco le entregó, manifiestamente enfadado, al presentador kamikaze un documento con la impresión digital de Nicasio en el pie. Huella impresa que lo era más por la suciedad que por la tinta).

El presentador aprovechando sus minutos de gloria, subiéndose arriba en su ánimo al saberse visionado por millones de telespectadores, promocionándose en sus expectativas futuras de estrella televisiva, le mostraba con cierta euforia en el lenguaje al pobre Nicasio el documento al tiempo que le preguntaba: "¿Validaste con tu huella voluntariamente este documento o te forzaron a ello?" Nicasio con la mirada perdida en el papel sólo farfullaba: "Si yo sólo pretendía pasar la noche..., pasar la noche un poco recostado..., sin más intención; bueno con la única intención de que la Canija, mi perrita, no pasara frío" disculpándose en su explicación, casi pidiendo perdón: "¡¡Sí, pero a costa de la propiedad de los ciudadanos honrados!!", le gritaba el joven impecablemente vestido al presentador, increpando a su vez al público que cada vez se orillaban más claramente hacia el lado del pobre, el que sólo seguía farfullando lo mismo: " Si yo sólo pretendía pasar la noche... sin más intención..."

Aquel programa emitido en la franja horaria de más audiencia, disparó a su favor las estadísticas de visionado de programas televisivos, de tal suerte que catapultó al Olimpo de los showman a Armando Verdugo de Rico, el presentador kamikaze, al que se disputaron varias cadenas televisivas cuando fue despedido, con cajas destempladas, de su canal de televisión, el que le había visto nacer y crecer como conductor de realitys. No tuvo tanta suerte el joven ejecutivo Perfecto Ladrón de la Casa, ya que aún impecablemente vestido, aunque sin el alfiler de oro en la corbata, fue despedido sin contemplaciones por su jefe y desterrado de por vida de la banca. Se acabaron las apariciones televisivas: don Saqueo no iba a poner en tela de juicio su honorabilidad por el oportunismo de presentadores ambiciosos.

Así que haciendo don Saqueo liquidación de la deuda, y como ésta, a pesar de la fortuna conseguida por el banco en las distintas cadenas de televisión por donde peregrinó Nicasio, presentara aún incomprensiblemente balance positivo a favor del banco, éste fue forzado de por vida --los intereses impagados acumulados iban aumentando exponencialmente elevando el importe de euros a devolver a una cifra astronómica que crecía y crecía-- a entregar al banco su recaudación de pobre que pudiera conseguir mendigando por la ciudad. Ya se aseguró don Saqueo que el pobre Nicasio no le estafara y le escondiera a su incautación alguna cantidad, aunque fuera insignificante, de céntimos de euro: para ello destinó al seguimiento del pobre, día y noche, a un jefe de sección de recaudación del banco; siempre apostado junto al menesteroso Nicasio, extremadamente vigilante: nada más oír el sonido metálico del golpe de la moneda sobre el fondo de la lata se apropiaba inmediatamente de ella, reseñándola como haber para el banco. Eso sí, todo legal como constaba en el documento con la marca digital de Nicasio Sin Herencia el pie del papel, y que estaba a disposición de cualquier ciudadano que lo requiriera en su caritativa acción de dar la voluntad.



¿Entonces?...; ¿lo del principio?...; sí, lo de la conjura de los pobres... no, no encaja...; no creo que sea así...; más bien yo diría todo lo contrario: Allí donde surgen muchos pobres es que previamente se ha conjurado un rico para, después de desvalijarlos, desahuciarlos de por vida.


FranciscoMolinaGómez

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