jueves, 14 de noviembre de 2013

LA ABSTRACCIÓN HECHA FORMA

















Las noticias de la existencia de un museo de arte abstracto en una ciudad tan antigua espoleó mi curiosidad, durante mucho tiempo, por conocer Cuenca y sobre todo su singular museo. La oportunidad de visitar la ciudad se forjó en el final del verano e inicio del otoño de dos mil once. 













Ya a la mitad de la década de los años sesenta del pasado siglo la habían intitulado la ciudad abstracta. La vista desde el Parador --dónde nos alojábamos mi mujer Teresa y yo-- de sus casas colgadas sobre la cumbre rocosa enfrente daba fe de ello; visión de cuadro cubista, de abigarrados y complicados volúmenes que se descomponían en multitud de planos superpuestos, materializados en variaciones de color por efecto de la luz, hasta conformar en la retina del ojo la tercera y esa cuarta dimensión de la que hablaban las vanguardias artísticas de principios del siglo veinte y cuya transposición al papel no me pude resistir. Dos o tres colores y una pequeña hoja de bloc eran suficientes.
Desde la explanada del Parador --antiguo convento de dominicos del siglo diecisiete-- se dominaba todo el perfil de la antigua ciudad vieja: sucesión de civilizaciones y periodos históricos, unos superpuestos sobre otros; materia ingrávida desafiando el equilibrio al borde del profundo barranco de rocosa piedra, desbordándose hacia el valle desde su punto más alto, donde destacaba tenebrosa la silueta del edificio de la Inquisición --más modernamente correccional--; sobrio, carcelario, de paredes muy gruesas y pequeños huecos, el que quedó materializado en el reflejo del cristal de la ventana de la habitación que ocupábamos en el Parador. Aquella imagen impresa en el vidrio al abrir la ventana de la celda, era seguramente la primera que percibían sus moradores dominicos: los propios inquisidores. La imagen era tan extrañamente atrayente cuando abrí la ventana que inmediatamente quise hacerla mía. Todo era como irreal, de alguna manera:sugestivamente abstracto; el paisaje de fondo de piedra redondeada de lo que había sido un profundo cauce de río, se fue transformando por la magia del lápiz de color en las fantásticas formas que el propio terreno sugería: figuras sensualmente voluptuosas, cuerpos amorfos maclados unos con otros.


Ahora las habitaciones del antiguo sombrío edificio acogían actividades culturales y su fachada se constituía en lienzo, sobre cuya piedra, la misma noche que llegamos a Cuenca, se hacían proyecciones de colores con luces de neón, las que acompañaba una ruidosa música electrónica --¡chun-da!, ¡chun-da!, ¡chun-da!...-- de fiesta joven. Habíamos llegado en plenos festejos de San Mateo, patrón de la ciudad.

De una ciudad --como pudimos comprobar cuando la visitamos atravesando un largo puente de hierro que salva el hondo cauce-- de la que se ha ausentado cualquier superficie horizontal, donde abunda lo inclinado o lo muy inclinado, en la que todo parece sin sujeción al suelo, en un equilibrio al límite de la masa edilicia en peligro de deslizarse, en cualquier momento, pendiente abajo. Y hacia abajo apresurados por la aceleración del peso de su propio cuerpo en rampa tan pronunciada --calle principal del casco antiguo-- iban los nativos, la tarde del patrón, acompañando al novillo atado por los cuernos, que se precipitaba con más brío por su gran peso desde la plaza de la catedral --cuya fachada aparecía plagada de chavalería, encaramados los chavales a sus cornisas e impostas a resguardo de la res-- hasta el fondo donde se hace visible el Júcar, después de atravesar las arcadas del ayuntamiento en sus bajos por donde se desmaterializaba el notable edificio que transversalmente cerraba la plaza; ¿hay algo más abstracto que un ayuntamiento que se traspasa por debajo, una y otra vez, obviándolo como si no existiera?... los archivos de mi mente sobre este tipo de edificios públicos se bloquearon intentando descifrar tamaña visión.

Después el novillo subía cuesta arriba, resoplando ruidosamente, acompañado por los paisanos; éstos sudando y vociferando, los que en el penoso recorrido se iban relevándose... para después hacer todos el camino contrario pendiente abajo... y más tarde cuesta arriba... sin solución final y sin que mi mujer ni yo encontráramos en aquel interminable ir y venir el punto de diversión... así que en un momento de aburrimiento, aprovechando la bajada de toda aquella caterva de emuladores de sanfermines hacia la zona más baja, traspasamos las rígidas tablas de las vallas de protección y sin perder de vista la dirección por la que había desaparecido el torito nos escabullimos, atravesando con mucha prevención las repetidas y numerosas vallas de madera que cerraban las calles más próximas al centro, hasta refugiarnos a salvo en el patio del Parador nuestro particular oasis al que envolvía un artístico claustro porticado con columnas acabadas en capiteles con cierta figuración manierista en donde apoyaban la sucesión de arcos de medio punto con despiece en piedra caliza, y en cuyo centro las relajantes notas del fluir del agua en la fuente daban tregua al cansancio de la jornada festiva, relajados en la agradable visión de la piedra que iba perdiendo su color oro conforme la luz del día iba desapareciendo. Luego al calor visual de unos velones y al más intenso y corporal, por la ingesta del alcohol, de unos combinados en copas anchas y mucho hielo oíamos a lo lejos, avanzada la noche, el vocerío de las gentes que se perdía en el tronar de los fuegos artificiales: ¡¡Viva San Mateo!! Tampoco me resistí en uno de aquellos momentos de relajación, que se prodigaron aquellos días, en atrapar esa luz de principios de otoño que por las tardes se aposentaba en el patio, cuando la sombra proyectada cubría la mitad del mismo.
La posibilidad de penetrar en la propia abstracción se nos ofreció los días después de la celebración del patrón, cuando el museo de arte abstracto abrió de nuevo sus puertas tras las fiestas. El propio contenedor --buena parte del interior de las casas colgadas-- es ya de por sí singular. No es un museo al uso organizado en largas galerías con una sucesión infinita de cuadros, no; aquí las obras individualizan el ámbito: los pequeños espacios que se suceden sin un itinerario prefijado, solo sujeto a la agradable sensación de la sorpresa de las pinturas y esculturas; de su descubrimiento en un recorrido de casa antigua, con sus recovecos, retorcidas escaleras, anchos muros que hacen de fondo neutro valorando extraordinariamente la obra creativa expuesta: la de la vanguardia del arte abstracto español; ¡casi nada!

Que envidia no haber estado allí, no haber pertenecido a ese grupo visionario haciendo a contracorriente la revolución artística del arte en este país, en los años cincuenta y sesenta, en lucha contra la adocenada oficialista cultura de un Régimen gris, anodino y zafio en lo creativo, que les denostaba; y un inmenso público, ignorante de su propia historia, que solo visualizaba el arte en clave figurativa, con los mismos códigos de muchos siglos atrás --como si nada hubiera ocurrido desde entonces--; error en el que también caí yo al principio, en un comprensible mecanismo automático de percepción mimética que se ha fijado en mi mente y el que cada vez con más ahínco intento ignorar; cuando contemplando la obra expuesta de pintura "Toledo" de Rafael Canogar intentaba en la explosión del gesto pictórico que simulaba un promontorio ver en él el conocido territorio de la capital manchega, sus torres, sus calles, la curva del río..., luego la reflexión que como penitencia me impuse ante tan truculenta debilidad y la lectura del prospecto con la sinopsis de la exposición me salvaron momentáneamente de la quema... ¡no es una ciudad real!, es una ciudad fabulada sólo en la mente del artista --una metáfora de vivencias personales-- en el que emplea medios puramente plásticos, en un énfasis gestual ligado al action painter americano que bien conocía su autor, pero con recursos locales en el empleo masivo en el cuadro de los colores blanco y negro con leve tono rojo aludiendo al dramatismo de una ciudad antigua invadida por varias civilizaciones. Aún me cuesta disociar ambas visiones.

Me alegré enormemente de que entre otras esculturas hubiera algunas de las primeras obras de Oteiza y Chillida en las que ya aparecía la obsesión de ambos en modelar el espacio interior alojado en la materia, rellenándola de vacío aún más denso que la propia masa... inigualables ejercicios de experimentación de lo tangible para entender la arquitectura a través de la plástica... ¡qué puedo decir de todas las obras expuestas?... un gozoso descubrimiento al estar frente a los originales que eran un manifiesto programático de un cambio en la concepción del arte en una complicada época, y el propósito de seguir indagando en ellas como primeros referentes de la abstracción en este país y en sus autores como avanzadilla quimérica, y el de repetir la visita al museo en cuanto pueda. ¡Por cierto!, muy recomendable para todos los que estéis interesados en la vanguardia del arte abstracto español.

Unos días después la vuelta a Madrid, no sin antes pasear tranquilamente y durante toda una mañana por una casi solitaria Ciudad Encantada de Cuenca. Piedra hecha paisaje abstracto, donde la naturaleza supera a la imaginación...¿o es al contrario?... no sé.






Cuenca en fiestas: ¡Cuidado!... ¡cuidado!... ¡cuidado!... ¡qué viene el toro!

FranciscoMolinaGómez

2 comentarios:

  1. Nos ha encantado. Alfonso estuvo allí con un amigo de ruta motera y dice que en primavera intentaremos ir con los peques, así que te mandaremos fotos y así podrás ampliar tu publicación si quieres. Un besito muy gordo para el mejor papá del mundo: TÚ

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    1. ¡Hola mi niña y seguidora incondicional!: Es gratificante comprobar como todo el material --escritos, fotos, dibujos...-- que antes guardaba en un cajón sirven ahora para emocionaros a vosotros, y quizás también a otros que me leen. Por supuesto toda aportación será muy
      bien recibida.
      Seguro que os encantará la "ciudad abstracta"... y si no es así, tenéis a pocos kilómetros de Cuenca su: Ciudad Encantada en donde el tiempo ha ido dibujando todo tipo de formas en las rocas... un buen divertimento para los peques.
      No cabe la menor duda de que tus comentarios me animan a seguir. Gracias. Un beso grande.

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